Asómate al balcón de Nínive
La luz se filtra entre las rendijas de las persianas de mi consciencia. Es luz del nuevo día que augura saberes y golpea mis sueños, dejándose querer entre los retazos del conocimiento y va pidiendo paso. Llega el momento de abrir las puertas a la humanidad, con sus éxitos y sus miserias, a una ciudad inexplorada gracias a su devastación.
¿Cuántas Nínives existen?
No es posible enumerarlas, sólo rescatarlas e intentar ponerlas en pie, de nuevo en un plano nunca imaginado, entre la experiencia y el anhelo. De llegar a un lugar comprometido donde se llame a cada cosa por su nombre. Sin estridencias, sin tópicos, sin el pomposo encorsetamiento de quienes se creen en posesión de la verdad absoluta. De volver a descubrir la ciudad que llegó a darle miedo al profeta Jonás por su extensión y su profundidad. La que aún trae de cabeza a los arqueólogos e historiadores. Llegó el momento de tomar Nínive.
Por eso, cuando este proyecto de El Tipómetro 2.0 vio la luz, antes incluso de su creación, acepté abrir el balcón a esta ciudad asiria. Darle vida, corazón y reconstruir las murallas de aquella urbe en la que se han encontrado más de 11.000 tablillas de escrituras cuneiformes, que los estudiantes de Periodismo hemos estudiado por su interés. Por eso, esta sección se llama ‘El balcón de Nínive’, sin eludir el halo de misterio, que la propia ciudad conlleva, al ser una de las más florecientes, pero a la vez, de las más desconocidas por su efímera riqueza, y de la que se cuenta que pudo ser sede de los famosos balcones colgantes de Babilonia.
Por eso, yo ahora abro el balcón a Nínive. Lo siguiente será que tú te asomes y lo veas con tus propios ojos.
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